Un Rubí. Siempre lo pareció por esa inmensa capacidad de absorber su historia, su música, su propia alegría de vivir y devolverla intacta reflejada en la naturaleza de su sentir dominicano, y dominicovenezolano, como también se autocalificaba de tanto amor que Venezuela le prodigó… y él a ella.. Sí, fue y seguirá siendo un Rubí, precioso, de altísimos quilates, solo que le llamábamos Rubby, como lo bautizó su abuela materna allá en su pueblo natal. Estaba disfrutando de su vuelta feliz a los escenarios dominicanos. Apenas el 25 de marzo, hace menos de un mes se le tributaba un homenaje en el marco de la edición 40 de los Premios Soberano, lo más alto en materia de premiaciones en la República Dominicana, premios que antes se llamaron Casandra Damirón. Rubby fue a recibir la ovación de todos los dominicanos al plantarse con su orquesta y ese repertorio inolvidable, sobre todo en su inconfundible voz, considerada la más alta de su tierra.
Atrás quedaba el dolor de la fractura de su pierna derecha, que a los 15 años, prematuramente, echó por tierra su sueño de ser un grande liga del beisbol. Es que Dios está arriba y ve mucho mejor que sus mortales hijos. ¿Quién le iba a decir a este entonces muchacho del Caribe quisqueyano que no sería el bate (a lo Sammy Sosa) sino la guitarra?, ¿Que no sería el grito de Jonrón sino el de “Volveré, Volveréeee”? Como bien dice el productor dominicano Alexis Méndez, de la emisora de internet Música Maestro, “Rubby era un ser humano primero feliz, no tenía amarguras en su alma, y también era un caballero. Si había una persona que uno pudiera decir que era buena gente ese era Rubby Pérez”.

Nació un 8 de marzo de 1956 para partir también en 8, este 8 de abril de 2025 cuando recién cumplió 69 años.
El hijo de Francisco y Modesta, luego de las circunstancias que le privaron de su sueño deportivo comenzó sus pasos en la música.
El Conservatorio Nacional de Santo Domingo fue buena escuela para él, pero también lo fueron diferentes agrupaciones por las que pasó destacándose siempre por su carisma y su voz. Así le llegó a Fernandito Villalona y a Los Hijos del Rey para que luego Wilfrido Vargas intuyera la joya que llegaba a la música dominicana y lograra llevarlo a su orquesta. Y esa fue una etapa de gloria para ambos.
Comenzó entonces a ser visto internacionalmente y el continente lo recibió con ovaciones. Venezuela fue una casa para él, con cada gira y con cada asiento porque también residió en este país y lo disfrutó al máximo.